6. Señor, ¿me lavas los pies? Este discurso expresa una fuerte aversión a la acción como tonta e inadecuada; Al preguntar qué está haciendo Cristo, extiende su mano, por así decirlo, para empujarlo hacia atrás. La modestia sería digna de elogio, si no fuera que la obediencia es de mayor valor a la vista de Dios que cualquier tipo de honor o servicio, o más bien, si esta no fuera la verdadera y única regla de humildad, rendirnos en obediencia a Dios, y tener todos nuestros sentidos regulados por su buen placer, para que todo lo que él declara agradable a Él también sea aprobado por nosotros, sin ningún escrúpulo. Deberíamos, por lo tanto, sobre todo, observar esta regla de servir a Dios, que siempre estaremos listos para aceptar, sin demora, tan pronto como él emita alguna orden.

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