10. De justicia. Debemos atender a la sucesión de pasos que Cristo establece. Ahora dice que el mundo debe estar convencido de la justicia; porque los hombres nunca tendrán hambre ni sed de justicia, sino que, por el contrario, rechazarán con desdén todo lo que se dice al respecto, si no se han sentido conmovidos por una convicción de pecado. En particular para los creyentes, debemos entender que no pueden progresar en el Evangelio hasta que hayan sido humillados por primera vez; y esto no puede suceder hasta que hayan reconocido sus pecados. Es indudablemente el oficio peculiar de la Ley convocar a las conciencias al tribunal de Dios y golpearlas con terror; pero el Evangelio no puede ser predicado de manera apropiada, hasta que lleve a los hombres del pecado a la justicia, y de la muerte a la vida; y, por lo tanto, es necesario tomar prestada de la Ley la primera cláusula de la cual habló Cristo.

Por justicia debe entenderse aquí lo que nos es impartido por la gracia de Cristo. Cristo hace que consista en su ascensión al Padre, y no sin una buena razón; porque, como Pablo declara que resucitó para nuestra justificación, (Romanos 4:25) ahora él se sienta a la diestra del Padre de tal manera que ejerza toda la autoridad que se le ha dado, y así llenar todas las cosas, (Efesios 4:10.) En resumen, desde la gloria celestial él llena al mundo con el dulce sabor de su justicia. Ahora el Espíritu declara, por el Evangelio, que este es el único forma en que somos considerados justos Junto a la convicción de pecado, este es el segundo paso, que el Espíritu debe convencer al mundo de lo que es la verdadera justicia, es decir, que Cristo, por su ascensión al cielo, ha establecido el reino de la vida, y ahora se sienta a la diestra del Padre, para confirmar la verdadera justicia

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