7. No tengo hombre. Este hombre enfermo hace lo que casi todos hacemos; porque limita la asistencia de Dios según su propio pensamiento, y no se aventura a prometerse a sí mismo nada más de lo que concibe en su mente. Cristo perdona su debilidad, y en esto tenemos un espejo de esa tolerancia de la que todos tenemos experiencia diaria, cuando, por un lado, mantenemos nuestra atención fija en los medios que están a nuestro alcance, y cuando, en Por otro lado, en contra de lo esperado, muestra su mano desde lugares ocultos, y así muestra hasta qué punto su bondad va más allá de los límites estrechos de nuestra fe. Además, este ejemplo debería enseñarnos paciencia. Treinta y ocho años fueron un largo período, durante el cual Dios se demoró en darle a este pobre hombre ese favor que, desde el principio, había decidido conferirle. Por mucho tiempo, por lo tanto, podemos estar en suspenso, aunque gemimos bajo nuestras angustias, nunca nos desanimemos por lo tedioso del período prolongado; porque, cuando nuestras aflicciones continúan por mucho tiempo, aunque no descubrimos la terminación de ellas, debemos creer siempre que Dios es un libertador maravilloso, que, por su poder, elimina fácilmente todos los obstáculos.

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