10. Haz que los hombres se sienten. Que los discípulos no estuvieran preparados para abrigar la esperanza que tenía su Maestro, y no recordaran atribuir a su poder todo lo que era apropiado, era un grado de estupidez digno de culpa; pero no se elogia por su alegre obediencia al cumplir ahora con su mandato, aunque no saben cuál es su intención o qué ventaja obtendrán de lo que están haciendo. La misma disposición a obedecer es manifestada por la gente; porque, aunque no están seguros del resultado, todos se sientan tan pronto como se pronuncia una sola palabra de comando. Y esta es la prueba de la verdadera fe, cuando Dios ordena a los hombres que caminen, por así decirlo, en la oscuridad. Con este propósito, aprendamos a no ser sabios en nosotros mismos, sino, en medio de una gran confusión, a esperar un problema próspero, cuando seguimos la guía de Dios, quien nunca decepciona a su propio pueblo.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad