1. Te ensalzaré a ti, mi Dios y mi rey. David no dice tanto qué haría él mismo, sino que incita y exhorta a todos los demás a este servicio religioso de ofrecer a Dios las alabanzas debidas a su nombre. El diseño con el que declara que Dios es benéfico para los hijos de los hombres es, para inducirlos a cultivar una gratitud piadosa, insiste en la necesidad de perseverar en el ejercicio; ya que Dios es constante en extender misericordias, sería muy impropio de nosotros desmayarnos en sus alabanzas. Así como él le da a su pueblo un nuevo terreno para alabarlo, los estimula a la gratitud y a ejercerlo durante todo el curso de su vida. Al usar el término diariamente, denota perseverancia en el ejercicio. Luego agrega, que si viviera una sucesión de edades, nunca dejaría de actuar de esta manera. Las repeticiones utilizadas tienden a enfatizar considerablemente su lenguaje. Como es probable que el Salmo se haya escrito en un momento en que el reino de David estaba en una condición floreciente, las circunstancias merecen ser notadas, que al llamar a Dios su rey se da a sí mismo y a otros príncipes terrenales su lugar apropiado, y no permite cualquier distinción terrenal que interfiera con la gloria debida a Dios.

Esto se hace aún más manifiesto en el verso que sigue, donde, al hablar de la grandeza de Dios como inconmensurable, él insinúa que solo alabamos a Dios correctamente cuando estamos llenos y abrumados con una admiración extática de la inmensidad de su poder. Esta admiración formará la fuente de donde procederán nuestras justas alabanzas a él, según la medida de nuestra capacidad.

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