8. Se alzó un humo por [o fuera de] sus fosas nasales, etc. La palabra hebrea אף, aph, significa correctamente el nariz o las fosas nasales. Pero como a veces se lo toma metafóricamente como ira, algunos lo traducen así: Se alzó un humo en su ira, que, en mi opinión, no es del todo apropiado. David compara las nieblas y los vapores que oscurecen el aire con el espeso humo que un hombre emite desde su nariz cuando está enojado. Y cuando Dios, con su propio aliento, cubre el cielo con nubes, y quitándonos el brillo del sol y de todas las estrellas, nos abruma en la oscuridad, con esto nos enseñan de manera muy impresionante cuán terrible es su ira. Por la interpretación que he dado, la figura aquí armoniza notablemente con la de la cláusula que sigue inmediatamente, a saber, que el fuego que salió de su boca consumió El salmista significa que Dios, sin gran esfuerzo o esfuerzo, tan pronto como lo haga. ha enviado un soplo o una ráfaga de sus fosas nasales, y abrió la boca, encenderá un fuego tal que su humo oscurecerá todo el mundo y su intenso calor lo devorará. Lo que agrega, Carbones se encendió, sirve para distinguir este terrible fuego de una llama que arde por un momento y luego se extingue. La inclinación de los cielos, denota un momento en que los cielos están cubiertos y oscurecidos con nubes. Cuando los vapores densos ocupan el medio del aire, las nubes nos parecen descender y tumbarse sobre nuestras cabezas. Y no solo eso, sino que la majestad de Dios que se acercaba, por así decirlo, más cerca de nosotros, nos golpea con espantosa consternación y nos angustia enormemente, aunque antes, cuando el cielo estaba despejado, agradable y tranquilo, tomamos un amplio alcance, y nos divertimos con mucha alegría. Nuevamente, recordemos que la Escritura, bajo estas descripciones de un cielo nublado y oscurecido, nos arroja la ira de Dios. Cuando el cielo está despejado y despejado, parece como si fuera el semblante agradable y benigno de Dios radiante sobre nosotros y que nos alegrara; mientras que, por otro lado, cuando la atmósfera está turbada, sentimos una depresión del espíritu animal que nos obliga a parecer tristes, como si viéramos a Dios venir contra nosotros con un aspecto amenazante. Al mismo tiempo, se nos enseña que no se produce ningún cambio ni en la atmósfera ni en la tierra, sino lo que nos da testimonio de la presencia de Dios.

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