Fácilmente podría parecer, en este punto, como si el argumento del Apóstol hubiera resultado demasiado. Ha mostrado que la mera posesión de la ley no exime al judío del juicio, sino que Dios exige su cumplimiento; ha mostrado que la circuncisión en la carne, aunque sea sello del pacto y prenda de sus promesas, sólo tiene valor si representa la circuncisión interior del corazón; se puede argumentar que ha reducido al judío a una posición de total igualdad con el gentil.

Pero la conciencia de la raza judía debe protestar contra tal conclusión. “La salvación es de los judíos” es una palabra del mismo Cristo, y el Apóstol está obligado a responder a esta instintiva protesta del antiguo pueblo de Dios. El conjunto de las dificultades que plantea se consideran más detalladamente en los caps. 9 11; aquí sólo se discute hasta el punto de dejar en claro que no invalida los argumentos del cap.

2, ni impiden el desarrollo de la teología del Apóstol. Se admite la ventaja del judío; se admite que su incredulidad puede incluso actuar como un contraste a la fidelidad de Dios, poniéndola en un relieve más glorioso; pero se insiste en que si el carácter de Dios como justo juez del mundo ha de mantenerse como debe ser, estas admisiones no eximen al judío de la responsabilidad de juicio que acaba de demostrarse. Los detalles de la interpretación, especialmente en Romanos 3:7 y sig., son algo confusos.

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