῞Ινα, para que , indique el objeto del apóstol en el curso que ha seguido. No ignoraba que una fe, fundada sobre argumentos lógicos, podía ser sacudida por otros argumentos de la misma naturaleza. Para ser sólida, debe ser obra del poder de Dios, y para serlo debe proceder de una convicción de pecado y de una apropiación personal de la salvación, que sólo el Espíritu de Dios puede producir en el alma humana.

La tarea del predicador en esta obra consiste, no en querer actuar en el lugar y lugar del Espíritu con los recursos de su propia elocuencia y genio, sino en abrirle el camino con el simple testimonio dado a Cristo.

Por estas últimas palabras, volvemos al punto de partida de todo el pasaje, 1 Corintios 1:18 : el evangelio no es sabiduría, sino poder; no una filosofía, sino una salvación. Si los corintios estaban divididos en partidos, era porque no habían conocido esta verdad. Al hacer del evangelio un sistema, habían convertido a la Iglesia en una escuela ya sus ministros en maestros y retóricos.

Por eso san Pablo comienza por restablecer en la mente de los corintios la verdadera noción del evangelio. Pero algunas de sus expresiones podrían hacernos suponer que la sabiduría fue desterrada del dominio del evangelio. Ahora bien, esto no era lo que el apóstol había querido decir; y es este posible malentendido el que deja de lado en el siguiente pasaje, donde muestra que si el evangelio no es esencialmente sabiduría, sin embargo contiene una sabiduría, y la verdadera sabiduría, superior a todo lo que el entendimiento humano podría haber descubierto.

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