1 Es lamentable que nuestra palabra "juzgar" generalmente adquiera el sentido de condenación. Los santos no deben condenar al mundo sino gobernarlo durante eones. Los santos de Israel poseerán el reino en la tierra. Administraremos el resto del universo. Esto destruye por completo las toscas concepciones del "cielo" que se suelen tener. No estaremos ociosos, sino que, como miembros del cuerpo de Cristo, dirigiremos y controlaremos a los ángeles, incluso hasta los confines del Empíreo.

Entonces, si tal futuro es para los santos, ¡qué incongruencia para nosotros apelar a los injustos para arreglar nuestras diferencias! Es un estado de cosas deplorable cuando los hermanos en Cristo se demandan unos contra otros. Muestra que uno u otro es injusto y, por lo tanto, no es un sujeto apto para la esfera del gobierno de Dios. Cuando el reino esté establecido, no habrá lugar para aquellos cuya conducta es contraria a la estricta justicia que será su principal característica.

Si un creyente tiene un caso contra otro creyente, nunca debe hacerlo ante los incrédulos. Si no pueden resolverlo entre ellos, deben elegir a un hombre sabio, un creyente en quien haya confianza mutua, presentarle su caso y acatar su decisión. Si esto es impracticable, corresponde al agraviado someterse a la lesión o pérdida en lugar de traer deshonra al nombre de Cristo.

Todo lo que hagamos debe hacerse con el único objeto de glorificar a Dios, incluso si implica proteger a alguien que nos ha hecho mal, porque su reputación no puede sino afectar la estimación con la que los incrédulos tienen a los santos en el mundo. No estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. Usemos esta regla al tratar con nuestros hermanos.

11 La ciudad de Corinto se destacó por su despilfarro y, como el evangelio hace su llamamiento especial a los pecadores , algunos de los santos corintios podrían mirar atrás hacia un pasado de carácter muy dudoso. Pero el evangelio que recibieron los había limpiado, santificado y absuelto. A los ojos de Dios, en cualquier caso, ya no tenían estos caracteres, y su gracia los obligaría a comportarse en consecuencia.

12 Esta es una consecuencia necesaria de la justificación y del reino de la gracia. Todo está permitido al que ha sido vindicado por Dios. Nada puede jamás tocar su posición ante Dios en Cristo. Pero este conocimiento no nos llevará a ser laxos en nuestra conducta, como algunos podrían suponer.

15 El exaltado honor de ser miembros de Cristo es el incentivo más poderoso para mantener nuestros cuerpos libres del pecado craso que todavía aflige a la humanidad como lo hizo en los días en que se escribió esta epístola.

19 Dondequiera que habita Dios, es templo de Dios, y es santificado por su presencia. No eran los edificios majestuosos o el ritual sagrado o incluso los sacrificios lo que santificaba el santuario, sino la presencia de la gloria de Dios en el Lugar Santísimo. La misma tierra del desierto era santa donde Moisés se encontró con Jehová (Exo_3:5). Así nuestro cuerpo, cualquiera que sea su apariencia física o condición, se ha convertido en un templo en virtud del Espíritu divino que mora en nosotros.

Ya no es nuestra, sino de Él, y como el tabernáculo en el desierto y el templo en Jerusalén, no debe permitir que nada contaminante entre en sus recintos. Dios no habita en templos hechos de manos, sino en los cuerpos de sus santos. La conducta santa y los actos amorosos son el ritual.

1 En este capítulo Pablo distingue cuidadosamente entre su juicio espiritual y un mandamiento del Señor. Da el ideal, pero lo modifica para adaptarlo a las condiciones en las que vivían los corintios. Se notará que la conducta que agrada a Dios siempre se ajusta a las actividades divinas. Cuando Dios imparte justicia, requiere lo mismo de sus santos. Cuando Él es misericordioso, como en esta economía, se complace cuando nos tratamos unos a otros de acuerdo con los dictados superiores de la gracia.

Tal vez podamos llevar esto aún más lejos. El Israel redimido es la novia del Cordero. Su relación con ellos está determinada por el vínculo matrimonial. La ecclesia actual, sin embargo, es su cuerpo, una unión mucho más estrecha y vital. Por lo tanto, el ideal para el tiempo presente es permanecer como Pablo. Sin duda, era ideal, en este sentido, que Peter tuviera una esposa. El celibato de Pablo está indudablemente de acuerdo con las grandes verdades que le fueron encomendadas, las cuales prescinden de toda relación física, siendo condiciones espirituales a realizar entre los celestiales, donde el matrimonio no tiene cabida. Quizás estas consideraciones den cuenta del tono indeciso y temporal de este capítulo.

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