Temo ... que haya iras . θυμός con los griegos esa parte de la mente que se llama la facultad irascible, colocada por Platón en el corazón, y opuesta a la razón, que tiene por sede el cerebro. Por lo tanto, la palabra se aplica a las peleas airadas, la arrogancia audaz, la conducta irascible, cuando un hombre no renuncia a su opinión, sino que se aferra a ella obstinadamente y se opone acaloradamente a los demás para mostrar su espíritu. Tales acciones brotan de la facultad irascible cuando no se controla.

Susurros. Ataques secretos y ocultos realizados por los malévolos a aquellos a quienes desean provocar odio, o cuando desean romper amistades. Tal "susurrador" fue Antipater, el hijo de Herodes, quien, para poder suceder a su padre, trató de hacer que sus hermanos mayores sospecharan de su padre, para que pudiera matarlos; pero un Némesis justo lo alcanzó, porque él mismo fue asesinado por Herodes, como Josefo relata extensamente.

Inflamaciones. Orgullo y arrogancia, que, por así decirlo, inflan a aquellos de los que se apoderan. versión 21. Para que mi Dios no me humille entre vosotros. no sea que me entristezca y me haga castigar con tristeza a muchos de vosotros, es decir, a los que persisten en sus pecados. Las palabras del Apóstol apuntan a la penitencia pública infligida a los estrictamente llamados penitentes. Cf. Agustín ( Ep. ad Salvinam , 108).

Así como el Apóstol y todo predicador se regocijan principalmente en el progreso de sus discípulos, y poder decir: "Vosotros sois mi gozo y mi corona", así se lamentan más al verlos caer en el pecado, y no dar vuelta por todas sus exhortaciones y trabajos. Nuevamente, tal persona se ve obligada a castigar contra su voluntad y con dolor. Son conocidas las palabras de Nerón al comienzo de su gobierno: cuando se vio obligado a firmar una sentencia de pena capital contra unos criminales, exclamó: "Ojalá no supiera letras".

y no se han arrepentido de la inmundicia. De su afeminamiento y otras lujurias, que los hacen pecar contra la naturaleza, y la someten a violencia. El Apóstol hace una distinción entre inmundicia y fornicación.

Lascivia. Deleite desenfrenado en besos y caricias lujuriosos.

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