En este versículo se dan tres nombres para los magos de Egipto. Los “sabios” son hombres que conocen las artes ocultas. Los “hechiceros” son aquellos que “murmuran fórmulas mágicas”, especialmente cuando ahuyentan cocodrilos, serpientes, áspides, etc. Era natural que Faraón enviara por tales personas. Los “magos” son los “portadores de palabras sagradas”, escribas e intérpretes de escritos jeroglíficos.

Los libros que contenían fórmulas mágicas pertenecían exclusivamente al rey; a nadie se le permitía consultarlos excepto a los sacerdotes y sabios, que formaban un consejo o colegio, y eran llamados por el Faraón en todas las ocasiones de dificultad.

Los nombres de los dos magos principales, Janes y Jambres, que “resistieron a Moisés”, están preservados por Pablo, . Ambos nombres son egipcios.

Encantamientos: la expresión original implica una apariencia engañosa, una ilusión, un truco de malabarista, no una manifestación real de poder mágico. Faraón pudo o no haber creído en una transformación real; pero en cualquier caso, naturalmente consideraría que si el portento realizado por Aarón difería del de los magos, era sólo una diferencia de grado, lo que implicaba meramente superioridad en un arte común.

El milagro que siguió a fue suficiente para convencerlo si hubiera estado abierto a la convicción. Fue un milagro que mostró la verdad y el poder de Yahvé en contraste con la de los demás.

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