La séptima hora - Alrededor de la una de la tarde.

La misma hora - El mismo momento en que Jesús habló.

La fiebre lo dejó - Parece que lo dejó repentina y completamente; tanto, que sus amigos fueron a informarle al padre y a consolarlo, y también, sin duda, a informarle que no era necesario pedirle ayuda a Jesús. De este milagro podemos aprender,

1. Que Jesús tiene un conocimiento íntimo de todas las cosas. Conocía el caso de este hijo: el alcance de su enfermedad en el lugar donde se encontraba y, por lo tanto, tenía el poder de curarlo.

2. Que Jesús tiene poder todopoderoso. Nada más podría haber curado a este niño. Tampoco se puede pretender que lo hizo por ningún medio natural. Estaba lejos de él, y el niño no conocía la fuente del poder que lo curaba. No se podía pretender que hubo colusión o malabarismo. El padre llegó con profunda ansiedad. Los sirvientes vieron la cura. Jesús estaba a distancia. Todo en el caso lleva la marca de ser la simple energía de Dios, presentado con igual facilidad para sanar, ya sea lejos o cerca. Por lo tanto, él puede salvar al pecador.

3. Vemos la benevolencia de Jesús. Siempre dispuesto a ayudar, sanar o salvar, puede ser llamado en todo momento, y nunca será llamado en vano.

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