17, 18. En este punto del discurso hay un marcado cambio en el tono y el modo de Pedro, que no podemos atribuir sino a algún indicio visible del intenso dolor producido por lo que ya había dicho. Él había hecho un ataque más terrible sobre ellos, y expuesto su criminalidad en términos implacables; pero ahora, inducido por algún cambio perceptible en sus semblantes, suaviza su estilo y atenúa su falta.

(17) " Y ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, como también vuestros gobernantes. (18) Pero las cosas que Dios había anunciado antes por boca de todos sus profetas, que el Cristo había de padecer, él las ha así cumplida.” Que ellos actuaron en ignorancia del verdadero carácter de Jesús fue una atenuación de su crimen, pero no los hizo inocentes; porque los comentarios anteriores tenían la intención de condenarlos por crimen, y en su discurso anterior acusó que con manos inicuas lo habían crucificado y asesinado. Peter supone, lo que ninguno de ellos honestamente podría negar, que fueron motivos perversos los que los impulsaron a cometer el acto fatal.

En conexión con esta afirmación de su criminalidad, él establece otro hecho difícil de conciliar con él en la filosofía del hombre, que, en la comisión de este crimen, Dios estaba cumpliendo lo que había declarado por medio de sus profetas que debía hacerse. Una vez antes, al hablar de este mismo evento, Pedro había puesto en yuxtaposición estos dos hechos aparentemente en conflicto, la soberanía de Dios y el libre albedrío del hombre, cuando dijo: "Él, siendo entregado por el determinado propósito y anticipado conocimiento de Dios, que has tomado, y con manos inicuas has crucificado y matado.

“Que Dios había predeterminado la muerte de Jesús no se puede negar sin contradecir tanto a los profetas como a los apóstoles; y que ellos obraron impíamente al hacer lo que Dios había determinado que debía hacerse, afirma Pedro, y tres mil de ellos en Pentecostés, con muchos más en esta ocasión, lo admitió. Si alguien puede formular una teoría mediante la cual reconciliar filosóficamente estos dos hechos, la aceptaremos, si podemos entenderla; pero a menos que ambos hechos, inalterados, tengan un lugar en la teoría, lo aceptaremos. debe rechazarlo.

Rechazamos a todo hombre que niega cualquiera de los hechos; pero mientras los admite a ambos, no discutiremos con él acerca de la teoría sobre la cual intenta reconciliarlos. Esto es lo que exigen de nosotros la fidelidad a la palabra de Dios, por un lado, y la bondad fraternal, por el otro. Mientras tanto, es mejor seguir el ejemplo de Pedro. Él pone los dos hechos uno al lado del otro, apelando a los profetas para la prueba de uno, y a las conciencias de los hombres para la prueba del otro, y allí los deja, pareciendo no darse cuenta de que él mismo se había involucrado en lo más mínimo. dificultad. Es una locura intentar escalar donde estamos seguros de una caída.

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