El segundo capítulo de la Epístola se sostiene completamente por sí mismo. Es de un carácter tan peculiar, que algunos han dudado si perteneció originalmente a esta Epístola, o pudo haber sido escrita por la misma mano. Abunda en frases poco comunes o totalmente excepcionales, y está marcada por un estilo singularmente quebrado. Introduce un tema, y ​​está impregnado de un tono, que son muy diferentes a lo que presenta el capítulo anterior.

El tema, sin embargo, no está absolutamente desvinculado de lo que precede. La ansiedad del escritor de que sus lectores permanezcan firmes en la verdad, después de su propia muerte, prepara el camino para lo que tiene que decir sobre los peligros del futuro. Y el cambio de tono no es incompatible con el cambio de tema. Los colores, sin embargo, en los que da el contorno del futuro son de los más oscuros, y los términos que usa son de los más fuertes.

Habla del surgimiento de falsos maestros en la Iglesia como algo cierto, si no como algo ya realizado. Describe sus esfuerzos, sus pretensiones, sus éxitos, sus vidas, sus destinos, en una larga serie de declaraciones apasionadas, que han sido comparadas con 'estallido de truenos'. La terrible imagen de la obra de este 'misterio de iniquidad' dentro de la Iglesia tampoco se ve aliviada por ninguna referencia a la victoria final del reino de Cristo, oa las cuestiones más amplias del conflicto entre el bien y el mal.

La oscuridad de la descripción se ve mitigada solo por la seguridad de que el Señor sabe tan bien cómo librar a los piadosos mismos como traer una destrucción rápida y terrible sobre sus enemigos y seductores. La relación en la que se encuentra este capítulo con la Epístola de Judas es también un asunto de cierto interés. Los puntos en los que se encuentran los dos escritos son demasiado numerosos y demasiado marcados para no exigir explicación.

Algunos argumentan, en consecuencia, a favor de la prioridad de Pedro; otros con igual decisión afirman la prioridad de Judas. La cuestión de si las peculiaridades del caso han de ser explicadas por la teoría de la dependencia de Pedro de Judas, por la de la dependencia de Judas de Pedro, o por la de la dependencia de ambos de una fuente común, está lejos de ser resuelta, si es que en realidad admite nada parecido a un arreglo definitivo. Encontraremos, también, que junto con semejanzas muy sorprendentes y continuas con Judas, este capítulo exhibe algunas variaciones notables.

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