Los carros de Dios son veinte mil. Ni los gentiles se jacten de sus ejércitos ni de sus ejércitos, ni de la multitud de sus carros, en lo que principalmente consiste su fuerza; porque en Sion hay diez mil veces más, incluso innumerables huestes de ángeles, que atienden a Dios para hacer su voluntad y luchar por él y por su pueblo. Veinte mil aquí representan una innumerable compañía, y un cierto número se considera incierto. El Señor está entre ellos Y aquí no solo está la presencia de los ángeles, sino del mismo Dios grande y bendito; en el Sinaí como en el lugar santoDios no está menos gloriosamente, aunque menos terriblemente, presente aquí que en el Sinaí, cuando, acompañado de miles de sus ángeles, se apareció solemnemente allí para dar la ley. Hebreo, סיני בקדשׁ, sinai bakodesh , literalmente, Sinai está en el santuario o lugar santo, que es una expresión poética, muy enfática y muy pertinente a este lugar. Porque, habiendo avanzado Sion por encima de todas las demás colinas, ahora la iguala a la venerable colina del Sinaí, que la divina majestad honró con su gloriosa presencia. Aquí, dice él, tienes, de alguna manera, el monte Sinaí mismo, es decir, todas las glorias y privilegios de él, la presencia de Jehová, acompañada de sus ángeles, y la misma ley y pacto, sí, y un privilegio mayor que El Sinaí tenía, a saber, al Señor descendiendo del cielo a un cuerpo humano, como aparece al ascender allí de nuevo, que describe el siguiente versículo. Porque aquí el salmista parece evidentemente transportado por el espíritu profético, de la narración de esos éxitos y victorias externas, de los que había estado hablando en la primera parte del Salmo, a la predicción de cosas más elevadas y gloriosas, incluso de la venida del Mesías, y de los felices y trascendentes privilegios y bendiciones que de ese modo se acumularon para la humanidad. Y la conexión de este nuevo asunto con el primero es suficientemente evidente. Habiendo sido declarada la preferencia de Sion a otros lugares,Salmo 68:15 , ahora demuestra su excelencia con un argumento invencible; era el lugar al que había de venir el Señor de los ejércitos, el Mesías, Dios manifestado en carne ; y, cuando llegara, iba a ser asistido por una multitud de ángeles, que celebraban su nacimiento, lo atendían en su tentación, atestiguaban su resurrección y lo acompañaban en su ascensión.

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