Con fe y amor: cuando era un judío intolerante, no amaba a los cristianos ni a los gentiles, ni tenía ningún amor verdadero por Dios; pero el amor pronto siguió a la fe en Cristo Jesús: el espíritu benévolo del cristianismo, acompañado con el poder de la gracia divina, endulzó su temperamento, regeneró su alma y alteró su estado de ánimo.

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