Buscar la sabiduría y la razón de las cosas . Buscar la sabiduría y la razón, y conocer la maldad de la ignorancia y la necedad de lo que es más estimado. Véase el cap. Eclesiastés 2:2 . Para que los consejos dados arriba puedan ser mejor recibidos, nuestro autor declara que no habla más que de lo que ha examinado con todo el cuidado y la aplicación que la sabiduría humana puede sugerir. "Resolví, dice él, ser completamente sabio; y aunque me detuve mucho antes del final que proponía, por la naturaleza misma de las investigaciones en las que estaba comprometido, sin embargo, fui tan lejos como pude: Eclesiastés 7:23. Cuanto más avanzaba, más me convencía de que la sabiduría se me escapaba. Sin embargo, no abandoné la búsqueda del conocimiento y de cualquier objeto de la razón humana. La maldad o la impiedad que es la consecuencia natural de la ignorancia, la necedad de todo lo que los hombres generalmente valoran más, fueron también los temas de mis más sinceras preguntas " Eclesiastés 7:24 .

Sin embargo, sus descubrimientos, abstraídos de lo que se dirá a continuación de la excelencia de la sabiduría, se limitaron a unos pocos artículos. En primer lugar, las mujeres malas son excesivamente peligrosas y, debido a los muchos males que acarrean a los hombres por sus medios, pueden clasificarse en la misma categoría que la muerte misma. Sus artes y artimañas son tales, que casi nadie puede escapar de sus trampas, excepto si es uno de aquellos que, por una búsqueda constante de la verdadera virtud y santidad, se han hecho aceptables al Dios Todopoderoso. En segundo lugar, aunque algunos hombres pueden, por ese medio, ser capacitados para evitar ser llevados a un curso de vida inicuo; sin embargo, no hay una mujer mala que no sea dueña de tales encantos corporales o de artes tan persuasivas como para poder ganar algunos hombres para sus propios fines. ¿Cómo pueden?

En tercer lugar, cualesquiera que sean los dispositivos que los hombres hayan buscado o hayan sido conducidos, a veces a su propia destrucción, Dios no puede responder por ellos, ya que los creó rectos y aún les ofrece su gracia. Ésta es la única consideración en la que merece insistirse; y es tal, que debemos tenerlo siempre presente, siempre que hablemos de errores o faltas de los hombres.

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