Pero Pablo, entristecido, podría imaginar que si los gentiles creyeran en el testimonio de la mujer, invalidaría su doctrina y sus milagros; y llevándolos a suponer que había una confederación entre ellos y el espíritu maligno, podría hacer que uno sea estimado como efecto de la magia y que el otro no sea mejor que la doctrina de los demonios. No pudo menos que estar persuadido de que si los judíos escuchaban este testimonio, podría tener una mala influencia en sus mentes y hacerles sospechar de San Pablo y sus asociados, por tener la aprobación y elogio del príncipe de oscuridad. El despojo de la damisela obvió por completo todos esos inconvenientes.

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