Y esto hizo ella muchos días. Pero Pablo, entristecido, se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella. Y salió a la misma hora.

Incluso en Filipos, aunque allí no había sinagoga, Pablo y sus compañeros continuaron observando las horas de oración. Pero mientras se dirigían al lugar de oración, presumiblemente a la orilla del río, fueron molestados por cierta esclava, que, literalmente, poseía un espíritu de pitón. Pero ella no era meramente una artista del ventriloquia, como la palabra se entiende a menudo en los relatos seculares, sino que tenía un espíritu de adivinación, con poder profético; estaba poseída por un demonio.

Esta esclava, que traía muchas ganancias, mucho dinero, a sus dueños y amos con sus adivinaciones, se acostumbró, día tras día, a encontrarse con el grupo de Paul y luego seguir de cerca sus talones, gritando mientras tanto: a gran voz: Estos hombres son siervos de Dios el Altísimo, quienes también os son anunciadores del camino de la salvación. La niña no era dueña de sí misma al gritar así.

Como dice un comentarista, la niña en un momento fue dominada por el espíritu maligno, que era su verdadero señor; en otro, sintió un anhelo de liberación de su esclavitud. El espíritu maligno en ella estaba temblando al ver a los siervos de Cristo y no pudo evitar reconocer la verdad. Pero Paul finalmente se llenó de molestia, dolor, dolor e ira. El Señor no quiere ser predicado por espíritus malignos, como lo muestra Su conducta en los evangelios.

Además, según el significado asociado a las palabras de la niña por la multitud, podrían creer que los misioneros son ministros de superstición o de magia. Por tanto, Pablo no habló a la esclava, sino al espíritu maligno que la poseía, y le ordenó en el nombre de Jesucristo que saliera de ella. Y en esa misma hora, según la forma griega de hablar, en el mismo momento, según la nuestra, el espíritu y su poder la abandonaron.

Nota: Los adivinos, adivinos y adivinos de nuestros días también hacen uso del nombre y la Palabra de Dios, pero solo con el propósito de engañar a las pobres almas descarriadas que los consultan, y así retener las almas con mayor firmeza en su doctrina y sus trucos diabólicos. Es nuestro deber, por tanto, exponer la mala intención y el engaño del diablo. Porque incluso si hace predicciones y realiza actos que parecen milagrosos, nunca se hacen con el mandato y la promesa del Señor y siempre son perjudiciales para la salvación de las almas.

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