Y Ananías al oír estas palabras, etc.— Esta severidad no sólo era justa, considerando esa complicación de vana gloria y codicia, de fraude e impiedad, que contenía la acción; pero fue sabio y misericordioso, tanto porque sirvió para reivindicar el honor del bendito Espíritu, tan notoriamente ofendido por este intento de imponerse a quienes habían sido tan recientemente y eminentemente ungidos por su extraordinaria efusión; y además, como tendía a disuadir de manera más eficaz a cualquier persona deshonesta de unirse a los cristianos, simplemente por el bien de una limosna presente, a la que, mediante un fraude como éste, muchos podrían haber comprado un pretexto en términos fáciles, quienes tampoco habrían Sin duda, han resultado ser un gran escándalo para una profesión asumida por motivos tan infames.

(Comp. Hechos 5:13 .) Este también fue un testimonio muy convincente de la conducta más recta de los apóstoles en el manejo de las sumas que les fueron confiadas, y de hecho de su misión divina en general; porque nadie puede imaginar que San Pedro hubiera tenido la seguridad de pronunciar, y mucho menos el poder de ejecutar, una sentencia como esta, si hubiera sido al mismo tiempo culpable de un fraude mucho más bajo de la misma clase, o había estado desmentiendo al Espíritu Santo en toda su pretensión de estar bajo su influencia y dirección milagrosa.

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