Maestro, habla con mi hermano, etc. Mientras Jesús exhortaba así a sus discípulos, una persona de la multitud le rogaba que persuadiera a su hermano, que probablemente estaba presente, de dividir la herencia paterna y darle su parte. El apelante probablemente pensó que, como Mesías, actuaría en el carácter de un príncipe, que decidiría las controversias relativas a la propiedad; pero, como juzgar en asuntos civiles era competencia del magistrado, y ajeno al fin de la venida de nuestro Señor al mundo, se negó a entrometerse en su disputa.

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