Padre, perdónalos; - Este es uno de los pasajes más llamativos del mundo. Mientras crucificaban a nuestro Señor, él parece sentir el daño que le hicieron a sus propias almas, más que lo que le hicieron a él, y olvidar su propia angustia en la preocupación por su salvación. Así el Señor Jesucristo, aunque expirando por las torturas que sintió, nos dio un ejemplo de esa benevolencia que nos ha mandado practicar; y con su último aliento, por así decirlo, exhaló a la vez una oración y una disculpa para sus verdugos.

Los soldados romanos, que fueron los instrumentos inmediatos de su muerte, tenían muy poco conocimiento de él; y los judíos, que fueron sus autores, por sus obstinados prejuicios, no comprendieron quién era: porque si lo hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la vida y de la gloria. En lugar de, no saben lo que hacen, algunos leen, no saben lo que hacen.

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