El que jura para su propio mal, y no cambia: La mayor tentación para quebrantar los juramentos y las promesas a otros, es cuando el cumplimiento de ellos nos trae daño a nosotros mismos; pues entonces es la prueba de la virtud del hombre; y no cuando se propone ganar o no perder nada con ello. Por lo tanto, es una parte muy considerable del carácter de un hombre justo que, sea cual sea el inconveniente temporal en el que pueda involucrarlo, no rompe el juramento que una vez había hecho.

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