Pero no permito que una mujer enseñe, ni que usurpe autoridad sobre el hombre, sino que esté en silencio. - Todo el propósito de estas importantes advertencias del gran fundador de las iglesias gentiles relega a las mujeres cristianas a su propia esfera legítima de acción e influencia: la tranquilidad de sus propios hogares. San Pablo captó bien el espíritu de su Maestro aquí. Él levantó una vez y para siempre a las mujeres de Cristo de la posición de degradación e inferioridad intelectual que habían ocupado en los diversos sistemas paganos de Oriente y Occidente, y enseñó con todo el peso de un Apóstol, de un maestro acreditado de la sabiduría divina. - esa mujer era coheredera con el hombre de las glorias del reino, - donde el sexo ya no existiría; pero mientras enseñaba esta gran y elevadora verdad, S.

Pablo muestra cuál es la única esfera adecuada en la que la mujer debe trabajar y en la que debe ejercer su influencia y poder; mientras que el trabajo y los deberes del hombre residían en el ajetreado mundo exterior, el trabajo de la mujer se limitaba exclusivamente a la tranquila quietud del hogar. El Apóstol procede a fundamentar estos mandatos respecto a los deberes en público y privado de los dos sexos sobre el orden original de la creación y sobre las circunstancias que acompañaron a la caída.

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