(6-14) Estos prolíficos resultados se deben a la fe y no a la Ley; así como fue la fe la que ganó a Abraham la que le imputó justicia. La fe fue la causa, la bendición la consecuencia, que se extiende a todos los descendientes espirituales de Abraham. La Escritura claramente previó esto cuando declaró que los paganos también ( es decir, los que creen de entre los paganos) deberían ser bendecidos en Abraham.

Los efectos de la Ley son todo lo contrario. Donde la fe trae una bendición, la ley trae una maldición. La Ley nunca hizo que ningún hombre fuera aceptado como justo. Este es un privilegio reservado a la fe. La Ley exige un cumplimiento literal, lo cual es imposible. Por tanto, la Ley implicaba una maldición, que Cristo eliminó al tomarla sobre sí mismo. Así, la bendición prometida a Abraham, y el derramamiento del Espíritu incluido en ella, se han abierto tanto a los gentiles como a los judíos, y de hecho a todos los que se adhieren a Cristo por la fe.

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