Sea de buen consuelo. - Se le dice la misma palabra de ternura que se le había dicho al paralítico. Lo que cada uno necesitaba, ella la más de los dos, era el coraje, el entusiasmo de la fe.

Tu fe te ha salvado. - Literalmente, tu fe te ha salvado. La interpretación de la versión autorizada no es incorrecta y, sin embargo, representa solo parte del significado completo de la palabra. Su fe la había salvado, tanto en el sentido superior como en el inferior. La enseñanza de la narrativa se encuentra casi en la superficie. Puede haber conocimiento imperfecto, vergüenza falsa, confianza imperfecta y, sin embargo, si el germen de la fe está allí, Cristo, el Sanador tanto de las almas como de los cuerpos de los hombres, reconoce incluso el germen y responde al anhelo del alma de ser liberado de su inmundicia.

Puede que se hayan buscado en vano otros curanderos, pero encuentra su camino entre la multitud que parece obstaculizar su acercamiento, y la "virtud" que busca sale incluso del "borde del manto", incluso a través de ordenanzas externas (por así interpretamos el milagro, que también es una parábola), que en sí mismos no tienen poder curativo. Eusebio, en su Historia de la Iglesia (vii.13), afirma que la mujer pertenecía a Cesarea de Filipo y que, en agradecimiento por su curación, colocó dos estatuas de bronce, una de ella en actitud de súplica y la otra de nuestro Señor erguido y extendiendo Su mano hacia ella, y que estos se mostraron en su propia época, a principios del siglo IV. En el evangelio apócrifo de Nicodemo (v. 26) se la llama Verónica.

Los otros evangelios relatan más plenamente que cesó el flujo de sangre; que "sintió en su cuerpo que había sido sanada de su plaga"; que Jesús percibió que "de él había salido virtud", y preguntó: "¿Quién es el que me tocó?" que los discípulos respondieron - Pedro como de costumbre primero ( Lucas 8:45 ) - "La multitud te aprieta y te aprieta, y te pregunta: ¿Quién me ha tocado?" que nuestro Señor luego dé Su razón de la pregunta. Había sentido un toque, el toque de la fe y la oración tácita, que era muy diferente de la presión de la multitud ansiosa y curiosa.

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