Verso 34. Os compadecisteis de mí en mis prisiones... συνεπαθησατε. Sufristeis conmigo, os compadecisteis de mí, cuando estaba preso por el testimonio de Jesús. Probablemente se refiere a la simpatía que mostraron hacia él, y a la ayuda que le prestaron, durante su largo encarcelamiento en Cesarea y Jerusalén. Pero en lugar de τοις δεσμοιςμου, mis prisiones, τοιςδεσμιοις, los prisioneros, es la lectura de AD, y de varios otros, tanto el siríaco, el árabe de Erpen, el copto, el armenio, la Vulgata, algunos de la Itala, y varios de los padres griegos. Esta lectura parece estar tan bien apoyada, que Griesbach la ha admitido en el texto. Si es genuina, muestra que había habido, y tal vez había entonces, varios atados por el testimonio de Jesús, y que la Iglesia de Judea había mostrado su apego a Cristo reconociendo abiertamente a estos prisioneros, y atendiéndolos.

Tomaron con alegría el despojo de sus bienes... Fueron despojados de sus herencias, expulsados de sus casas y saqueados de sus bienes; anduvieron de un lado a otro con pieles de oveja y de cabra, siendo indigentes, afligidos y atormentados. Sufrir esa persecución con paciencia era grande; soportarla sin murmurar era más grande; alegrarse de ella era lo más grande de todo. ¿Pero cómo podían hacer todo esto? La siguiente cláusula nos informa.

Sabiendo en sí mismos... Tenían la más plena evidencia de que eran hijos de Dios, pues el mismo Espíritu lo atestiguaba en sus espíritus; y si hijos que herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo. Sabían que el cielo era su porción, y que a él tenían un derecho seguro y un título imprescriptible por Cristo Jesús. Esto explica, y sólo esto puede explicar, que tomaran con alegría el despojo de sus bienes: tenían a Cristo en sus corazones; sabían que eran sus hijos, y que tenían un reino, pero ese reino no era de este mundo. Tenían el apoyo que necesitaban, y lo tenían en el momento en que más lo necesitaban.

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