Verso Romanos 6:23 . Porque la paga del pecado es muerte... La segunda muerte, la perdición eterna. Todo pecador se la gana con un servicio largo, penoso y doloroso. ¡Oh! ¡qué dolores se toman los hombres para llegar al infierno! Temprano y tarde se afanan en el pecado; y ¿no estaría la justicia divina en deuda con ellos, si no les pagara el salario que les corresponde?

Pero el don de Dios es la vida eterna... Un hombre puede MERECER el infierno, pero no puede MERECER el cielo. El apóstol no dice que el salario de la justicia sea la vida eterna: no, sino que esta vida eterna, incluso para los justos, es το χαρισμα του θεου, EL DON de gracia de DIOS. Y aun este don de gracia viene por medio de Jesucristo nuestro Señor. Sólo él lo ha procurado; y se da a todos los que encuentran la redención en su sangre. Un pecador va al infierno porque lo merece; un justo va al cielo porque Cristo ha muerto por él, y le ha comunicado esa gracia por la que su pecado es perdonado y su alma hecha santa. La palabra οψωνια, que aquí traducimos como salario, significaba la paga diaria de un soldado romano. Así, todo pecador tiene una paga diaria, y esta paga es la muerte; tiene miseria porque peca. El pecado constituye el infierno; el pecador tiene un infierno en su propio seno; todo es confusión y desorden donde Dios no reina: toda complacencia de las pasiones pecaminosas aumenta el desorden y, por consiguiente, la miseria del pecador. Si los hombres se empeñaran tanto en salvar sus almas como en prepararlas para la perdición, el cielo estaría muy poblado, y los demonios serían sus propios compañeros. Y los vivos, ¿no se darán cuenta de esto?

1. En el capítulo anterior vemos la conexión que subsiste entre las doctrinas del Evangelio y la práctica del cristianismo. Una doctrina es una enseñanza, instrucción o información relativa a alguna verdad que debe ser creída, como esencial para nuestra salvación. Pero toda enseñanza que proviene de Dios, conduce necesariamente a él. Que Cristo murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación, es una gloriosa doctrina del Evangelio. Pero esto no sirve de nada para quien no muere al pecado, se levanta a semejanza de su resurrección y camina en una vida nueva: éste es el uso que debe hacerse de la doctrina. Toda doctrina tiene su uso, y el uso de la misma consiste en la práctica que se basa en ella. Oímos que hay un perdón gratuito, vamos a Dios y lo recibimos; oímos que podemos ser hechos santos, solicitamos el Espíritu santificador; oímos que hay un cielo de gloria, en el que sólo entrarán los justos, velamos y oramos, creemos, amamos y obedecemos, para que, cuando él se manifieste, seamos hallados por él en paz, sin mancha e irreprochables. Estas son las doctrinas; estos son los usos o la práctica fundada en esas doctrinas.

2. Es extraño que se encuentre una persona que crea en todo el sistema del Evangelio, y que, sin embargo, viva en pecado. La SALVACIÓN DEL PECADO es el sonido continuo, ya que es el espíritu y el diseño, del Evangelio. Nuestro nombre cristiano, nuestro pacto bautismal, nuestra profesión de fe en Cristo, y la creencia declarada en su palabra, nos llaman a esto: ¿puede decirse que tenemos algún llamado más fuerte que estos? Nuestro propio interés, en lo que se refiere a la felicidad de una vida piadosa, y las glorias de la bendición eterna; los dolores y la miseria de una vida de pecado, que conduce al gusano que nunca muere y al fuego que no se apaga; secundan poderosamente las llamadas anteriores. Lector, pon en tu corazón estas cosas, y: responde a esta pregunta a Dios: ¿Cómo escaparé, si descuido tan grande salvación? Y entonces, según responda tu conciencia, que tu mente y tus manos comiencen a actuar.

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