Verso 12. Enseñándonos, que, negandonos... παιδευουσα. Instruyéndonos como se instruye a los niños. Cristo es el gran maestro, y los hombres, para aprender, deben convertirse en sus discípulos; deben ponerse bajo su tutela, y aprender de él.

Renunciando a la impiedad... ασεβειαν. Todo lo que se opone a Dios; todo lo que nos lleve a dudar de su ser, a negar cualquiera de sus atributos esenciales; su providencia o gobierno del mundo, y su influencia en las almas de los hombres. Todo lo que se opone a su verdadero culto; el ateísmo teórico y práctico, el deísmo y la irreligión en general.

Los deseos, afectos y apetitos mundanos, por los que se rigen los hombres que tienen su parte en esta vida y viven sin Dios en el mundo. La gula, la embriaguez, la lascivia, la ira, la malicia y la venganza; junto con el amor inmoderado a las riquezas, el poder y la fama.

Debemos vivir sobriamente... Teniendo todo temperamento, apetito y deseo, bajo el gobierno de la razón, y la razón misma bajo el gobierno del Espíritu de Dios.

Con rectitud... Dando a cada uno lo que le corresponde, sin perjudicar a nadie en su cuerpo, mente, reputación o propiedad; haciendo a todos lo que quisiéramos que nos hicieran a nosotros; y cumpliendo con los deberes de los puestos particulares en los que Dios ha querido colocarnos, sin cometer ningún pecado ni omitir ningún deber.

Y piadoso... ευσεβως. Justo lo contrario de lo que implica la impiedad. Véase más arriba.

En este mundo presente... Sin suponer que en el mundo venidero se purifique algo que no se haya limpiado en este. Las tres palabras anteriores incluyen evidentemente nuestro deber para con Dios, para con nuestro prójimo y para con nosotros mismos. 1. Debemos vivir sobriamente con respecto a nosotros mismos. 2. Con rectitud respecto a nuestro prójimo. Y 3. piadosamente, con respecto a nuestro Creador.

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