REFLEXIONES

¡QUÉ página triste para la reflexión más dolorosa nos da el Espíritu Santo en vista de la locura de Roboam y el pecado de Jeroboam! ¡Qué tren de maldad es inducida por la caída! ¡Qué es todo hombre por naturaleza sino ciego, ignorante, descarriado y perverso! ¡Lector! ¿Has comentado alguna vez cómo los pecadores, como Jeroboam, obran toda inmundicia con codicia? Como soldados del ejército de Satanás; se alistan bajo su estandarte; visten su uniforme; se ofrecen voluntariamente a su servicio; se visten con su armadura y empuñan las armas del pecado, la enemistad y la malicia. Y a menos que se recuperen del lazo del diablo, si viven y mueren en su servicio, su fin debe ser la destrucción, y su salario la muerte eterna.

¡Precioso, precioso Jesús! ¡Qué agradecimiento eterno tiene mi alma para ofrecerte, tú grande y glorioso capitán de mi salvación, por el hecho de que, a un costo no menor que tu propia sangre y tu vida, me sacaste de sus filas serviles, y me hiciste libre en verdad en tu servicio. ¡Oh! ¡Señor! dame gracia para reverenciar tu templo, tus ordenanzas, tu casa de oración, tus sábados; y nunca más, como Jeroboam, puso en mi pobre corazón ídolo de abominación.

Sea derribada toda imaginación, y sea quitada toda cosa elevada que se ensalce contra el conocimiento de Dios, y todo pensamiento sea llevado cautivo a la obediencia de Cristo. Sé tú, querido Señor, todo lo que es precioso para mí; y tú reinas y gobiernas en mi corazón, la esperanza de gloria.

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