REFLEXIONES

Es imposible contemplar la naturaleza humana, como se representa en personajes como Acab y Jezabel, pero con el dolor y la tristeza más humillantes, de nuestra conexión en la masa general. Cuando considero que, por naturaleza, todos somos igualmente hijos de ira, enemigos de Dios por obras inicuas; ¡Oh! ¡Qué humillante es la vista! Pero cuando, por la gracia, nuestras almas son llevadas a mirar la roca de donde fuimos tallados, y al hoyo del pozo de donde fuimos excavados; ¡Oh! cuán preciosa, cuán inestimablemente preciosa es esa misericordia, que es tan distintiva.

Nunca, bendito Jesús; Nunca, te lo suplico, amado Señor y Salvador, me permitas leer de tan espantosos caracteres en tu sagrada palabra, sin sentir la bienaventuranza de esa pregunta de tu siervo el apóstol, aplicada y traída a mi alma; ¿Quién te diferencia de otro? ¿Y qué tienes que no hayas recibido? ¡Y, Señor! Permíteme que te pida otra misericordia: mientras contemplo las miserias de nuestra naturaleza, los sufrimientos de los oprimidos y la crueldad de sus opresores; ¡Oh! dame para contemplar la virtud, la eficacia, el mérito, el poder, toda la suficiencia de tu preciosa sangre, en la limpieza de todo pecado.

Déjame mirarte a ti y a tu cruz, hasta que toda mi alma salga con la más ardiente fe y dependencia de ti. ¡Señor! imprime en mi mente, con caracteres aún más fuertes, tu eterna excelencia. Y que mis últimos momentos tengan una correspondencia uniforme con mi convicción viva; que la salvación no está en ningún otro; ni hay otro nombre debajo del cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos.

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