Es misericordioso cuando Jesús envía a sus siervos, los ministros de su evangelio, a su pueblo y les encomienda el bien. Pero, ¡oh! cuán infinitamente superando a todo el coro de ángeles en su servicio ministrativo, es la venida del mismo Jesús. ¡Sí! querido Señor; como la sunamita, diría, nunca mi alma dejará de ser importunadora hasta que vengas en tu amada Persona.

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