(14) Y David bailó delante de Jehová con todas sus fuerzas; y David estaba ceñido con un efod de lino. (15) Entonces David y toda la casa de Israel llevaban el arca del SEÑOR con júbilo y sonido de trompeta.

Espero que el lector tenga la gracia de distinguir el gozo santo y el fervor de la mente de David que dio origen a esta acción de su cuerpo al bailar ante el Señor; de la danza moderna, que es frívola, pecaminosa y tiene tendencia a provocar afectos lujuriosos. Creo que es imposible que cualquiera que contemple a David participe en una solemnidad tan sagrada como ésta; y, especialmente, después del terrible evento de la muerte de Uza, por un momento puede ser inducido a suponer que la danza de David ante el Señor tiene la menor afinidad con el Escenario, o la danza de la asamblea de pobres, pecadores, no despiertos, vanos y criaturas frívolas, que consumen su precioso tiempo y danzan sus almas inmortales, con demasiada frecuencia, desde la sala de juegos y la asamblea de medianoche, hasta el espantoso silencio de la tumba.

La danza de David en este lugar formaba parte del culto sagrado. Fue el gesto del cuerpo y la manifestación del rapto lo que llenó toda el alma, a modo de testimonio de alabanza y agradecimiento a Dios. ¡Lector! Si es tu caso encontrarte con alguna persona ociosa o desordenada, que de este relato de la danza de David ante el Señor presume presentarla como una disculpa por la danza: declara esta circunstancia, te suplico, en su debida luz, dales para ver la gran diferencia que se muestra aquí.

Y aprendan que nada en la tierra difiere más de lo que aquí se menciona del santo gozo de un alma devota que, como los cuerpos celestes, se mueven en sus diversas órbitas con armonía para alabanza del Gran Hacedor; de esa locura sensual de una mente corrupta, que se mueve solo al son de música sin sentido, disipando todo lo que es grave en ellos mismos o en los demás, a la vez reprochadores para el hombre y pecadores ante Dios.

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