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El Apóstol, después de su saludo habitual, abre su epístola, dando alabanzas a Dios, por el relato que había oído de la Iglesia, en cuanto a su fe en Cristo. Ora pidiendo gracia para ellos, para que conozcan a Cristo en las glorias de su persona. Y describe al Señor de la manera más bienaventurada, en su Persona, Oficios y Carácter.

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