No seas demasiado impío, ni seas necio: ¿por qué habrías de morir antes de tu tiempo?

Aquí el sabio toma lo contrario de la proposición y advierte contra demasiada maldad. Pero aquí, nuevamente, el sentido común debe ver que, como toda maldad está prohibida, la más pequeña transgresión es excesiva, si en la aceptación general de la palabra maldad, el sabio ordenó este precepto de protegerse. Pero si por el primero se apuntaba a la justicia propia, por lo que las almas presumen con demasiada frecuencia, y en esa presunción a veces caen; así que en este último, por demasiada maldad, si el Predicador quiso preservar un alma, angustiada por la visión de su propia indignidad, de la desesperación, aparece una gran belleza en ambos preceptos, y ambos están de acuerdo con la analogía de la fe.

Es como si dijera: Vosotros, a quienes la gracia apartó del mal, no confiáis en él, como si vuestro propio brazo lo hubiera forjado. Y vosotros, que habéis caído por el pecado, no dejéis que su grandeza os desanime: Y juzgue el lector cuán correspondientes a la gracia del evangelio de Cristo son ambos preceptos.

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