Además, no hagas caso de todas las palabras que se digan; para que no oigas a tu siervo maldecirte; (22) porque muchas veces también tu corazón sabe que tú también has maldecido a otros. (23) Todo esto lo he probado con sabiduría: dije: Seré sabio; pero estaba lejos de mí. (24) Lo lejano y muy profundo, ¿quién podrá descubrirlo? (25) Apliqué mi corazón a conocer, a escudriñar y a buscar la sabiduría, y la razón de las cosas, y a conocer la maldad de la necedad, aun de la necedad y la locura: (26) Y encuentro más amargo que la muerte la mujer, cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos como ataduras; el que agrada a Dios escapará de ella; pero el pecador será apresado por ella.

(27) He aquí, esto he hallado, dice el predicador, contando uno por uno, para averiguar la cuenta: (28) Lo que mi alma busca, y no lo encuentro: he hallado a un hombre entre mil; pero mujer entre todas ellas no encontré. (29) He aquí sólo esto he encontrado: que Dios hizo al hombre recto; pero han buscado muchos inventos.

Salomón en su propia vida, había aprendido mucho de la experiencia aquí registrada; y estaba bien calculado para ser un Predicador sobre tales temas. Pero cuando el lector haya terminado todas sus observaciones a este efecto sobre la historia de Salomón, le pediré que me comente la observación final de los sabios. Él pone su sello al registro divino de la caída del hombre y la santidad de Dios en la creación; y como tal, da la oración final en confirmación del evangelio.

¡Lector! Es verdaderamente una bendición observar, a medida que avanzamos, cómo todas las partes de la Biblia armonizan en esta gran doctrina y que, de hecho, es la suma y sustancia de todo: aunque la ley fue dada por Moisés, la gracia y la verdad vino por Jesucristo. Juan 1:17 .

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