Si leemos estos versículos con la mirada puesta en la historia de Babilonia, como pueblo, encontraremos que las amenazas aquí denunciadas se cumplieron literalmente: Babilonia, que había conquistado todas las naciones, fue finalmente conquistada. Pero perderemos toda la belleza de la Escritura, si nuestra atención principal no se dirige al sentido espiritual de lo que el Señor aquí ofrece, por su siervo el Profeta.

Por los pecados de su pueblo, el Señor se complació en levantar este azote para ellos en Babilonia, y los llevó al cautiverio. El Señor lo hace ahora. Cuando su pueblo quebranta sus leyes y no guarda sus mandamientos, forma parte del pacto el castigar sus ofensas con vara y sus pecados con azotes. Sin embargo, siguen siendo su gente. Aunque en sí mismos rebeldes, sin embargo en Jesús, su gloriosa cabeza, son aceptados.

Por eso el Señor los corregirá; pero cuando termine la corrección, arrojará la vara. Sus enemigos serán contados: y en este relato, Jehová, su amigo, se encuentra con sus oponentes, no meramente con la fuerza y ​​el poder de un hombre, sino con el de Dios. ¡Oh! ¡Cuán terrible el juicio a los enemigos de Dios y de su Cristo! ¡Oh! ¡Qué bendición para el pueblo de Dios, tener a Dios por amigo!

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