Aquí hay una solemne aflicción contra las actividades carnales; y sin embargo, ¿quién se siente reprimido por ello? Alma mía, no necesitas mirar al mundo en busca de ejemplos de la inutilidad del pecado: en ti mismo puedes encontrar con demasiada frecuencia las tristes uvas silvestres que crecen en este seto de espinos de una plantación mundana. ¡Pobre de mí! ¡Qué desilusión y amargura brota de todo deseo que no es formado en Jesús y santificado por él!

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