(51) Y descendió con ellos, y llegó a Nazaret, y estaba sujeto a ellos; pero su madre guardaba todas estas palabras en su corazón. (52) Y Jesús aumentó en sabiduría y estatura, y en gracia ante Dios y los hombres.

El lector tendrá todas las aprehensiones adecuadas de lo que contienen estos versículos, si tiene en cuenta el recuerdo de la Deidad y de la humanidad de Cristo. En su naturaleza humana, él era, como se ha observado antes en este Capítulo, un hombre verdadero y apropiado, en todos los aspectos como lo somos nosotros, pero sin pecado. Y si no hubiera sido así, no podría haber sido una garantía verdadera y adecuada. En esta naturaleza, por lo tanto, estaba sujeto a María y José, en toda subordinación.

Y en esta naturaleza, aumentó en sabiduría y estatura, y también en edad, (como se traduce en el margen de nuestras Biblias), y en favor de Dios y de los hombres. Porque a medida que la santidad y la pureza de su vida se hicieron cada vez mayores en la adhesión, por lo tanto aumentó en favor tanto a los ojos de Dios como de los hombres, ya que tendía cada vez más a la perfección. Pero en su naturaleza divina no podría haber aumento, estando en las propiedades esenciales de Jehová, uno con el Padre sobre todo Dios bendecido para siempre.

Amén. Si los hombres sin gracia leyeran sus Biblias con sinceridad solamente (porque con más que esto, sin recibir instrucción de Dios, nunca podrán), y recuerden que la fe, una vez entregada a los santos, contempla la persona de Cristo en sus dos ... pliegue la naturaleza de Dios y el Hombre unidos; podrían, con el mismo candor, ser inducidos a suponer que en todos esos pasajes, tal como está contenido en estos dos versículos, es la simple humanidad de Cristo solamente, de lo que el Espíritu Santo está tratando.

Pero lo que se convierte en piedra de tropiezo y roca de escándalo para Infieles de toda descripción y carácter, es para los fieles uno de los testimonios más dulces y preciosos de su idoneidad y aptitud como el Cristo de Dios. ¡Sí! ¡Tú, queridísimo Señor! Tu nacimiento humilde, tu vida laboriosa, al comer el pan con el sudor de tu frente, al cumplir toda justicia, y en tu muerte ignominiosa, la muerte de cruz, ¡fíjate como el mismo Cordero inmolado desde la fundación del mundo! ¡Granizo! ¡Tú, Señor de todos, mientras sirves de todos! Ante ti se doblará toda rodilla y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre. Amén.

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