Hay un grado poco común de belleza y piedad en lo que el Profeta dice aquí. Y es verdaderamente bienaventurado cuando por la poca dependencia que podemos encontrar en los hombres, miramos al Señor. ¡Oh! ¡Qué marco tan feliz es ese hombre que puede así dirigirse al Señor de corazón! ¡Y cuán bienaventurada es esa desilusión, angustia, dolor o cualquier aflicción que sea, que obliga al corazón a dejar todo en manos del Señor!

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