REFLEXIONES

¡PAUSA, lector! y he aquí cómo Dios honró al patriarca Jacob, mil años después de que sus cenizas se hubieran estado pudriendo en el polvo. Mirad qué alabanza el Señor otorgó a la fe galante de su siervo; y aprenda de ahí lo costosos que son esos sacrificios a sus ojos, cuando se presenta ante él en el nombre de su amado Hijo. ¡Oh! para que usted y yo aprendamos aquí a luchar con Dios en oración, para que, como el Patriarca, tengamos fuerza en la misma fuente y tengamos poder con Dios para prevalecer.

¡Pero lector! mientras miramos a Jacob, no pasemos por alto al Señor de Jacob. Es Jesús, que como príncipe y Salvador tiene poder ante Jehová, y ha prevalecido. Por su propia justicia, y por el incienso de sus méritos y sangre expiatoria, sale victorioso y debe prevalecer, ¡Padre! ¡Voy a! es el idioma de nuestro Señor. Y si bien todas sus súplicas son para sus redimidos, ¿qué hay entonces que pueda negarse al todopoderoso, todas las intercesiones prevalecientes de su sacerdocio? ¡Precioso Señor Jesús! dame verte en tu oficio diario; ahora has entrado en la presencia de Dios por tu pueblo.

Ciertamente, como el patriarca Jacob, tu tipo, sirvió por tu esposa, como él lo hizo por la suya; y verdaderamente compró tu Iglesia con tu sangre. ¡Oh! Guarda, Señor, a tus redimidos con tu poder, y guárdalos para tu reino eterno, y sé tú, el Señor Dios de los ejércitos, nuestro memorial eterno.

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