Entonces ella dijo: Déjame hallar gracia en tus ojos, señor mío; por eso me has consolado, y por haber hablado amistosamente a tu sierva, aunque yo no soy como una de tus siervas.

Tal, lector, será la consecuencia invariable en la visión del alma de la gracia. Nunca un alma se pone más bajo ante Dios que cuando el Señor está consolando a esa alma con la manifestación de sí mismo. Vea Job 42:5 .

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