Aquí hay una hermosa reiteración de lo que se dijo antes, y cada visión renovada de un Dios en el pacto, y cada recuerdo renovado de un Dios comprometido en el pacto, trae consigo una fuerza creciente para el alma. Lo alabaré ahora, y lo alabaré por siempre. Él es, ha sido y será la fuerza de mi alma y cualquier salvación para siempre.

REFLEXIONES

¡Oh! tú siempre vivo, siempre fluyendo, siempre fuente refrescante, para calmar las almas sedientas de tus redimidos en todo su estado de peregrinaje aquí abajo; precioso Jesús! Sé tú para mí, como a la iglesia de todos los tiempos, fuente de huertos, pozo de aguas vivas y arroyos del Líbano. En verdad estás en medio del trono de arriba, conduciendo a tu iglesia a fuentes de aguas vivas; pero nunca pasar por alto ni olvidar a tus redimidos en el desierto de abajo.

¡No, generoso Señor! hay en ti suficiente para todos, y nada puede interrumpir o hacer que interrumpa ni por un momento tu atención a las almas sedientas de los pobres pecadores. Tú has dicho: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba; y al que tuviere sed, yo le daré del agua de la vida gratuitamente. Ven, Espíritu Santo, y dame esa sed del alma igual a los deseos más vehementes del ciervo por los arroyos de agua, y hazme salir continuamente en santos anhelos de Jesús; ¡y cuanto más los gratifica, más pueden aumentar estos anhelos, hasta que me presente ante la presencia de Dios y beba hasta saciarme de Jesús en la fuente de la bienaventuranza y la gloria!

Y, alma mía, te lo encomiendo, hoy, arroja todos tus temores, tus dudas, tu incredulidad, arroja todo al viento; Nunca, nunca más permitas que estas cosas te roben tu confianza en Jesús, ni tu Dios en Cristo de su gloria. Jesús ha prometido al alma sedienta una completa satisfacción de todos sus anhelos. Entonces, ¿quién se levantará para prevenir? ¿Qué agotará jamás a un Salvador pleno, libre, adecuado y todo suficiente? Y si los hombres no abandonan la nieve del Líbano, que viene de la roca del campo, o si no se abandonan las aguas frías que fluyen de otro lugar, dejará mi alma a Jesús, la roca de los siglos; ¿O las corrientes que vienen del cielo de los cielos (que es él mismo) serán abandonadas, temidas o puestas en duda por mí? ¡Oh, alma mía! mantén un ojo fijo en Jesús.

Desde lo más profundo de tu propia indignidad, debilidad y miseria, clama hasta lo más profundo de la misericordia en Jesús. Espera en tu Dios, porque aún lo alabaré en la tierra; y poco a poco alabadle eternamente en el cielo, que es la salud de mi rostro y mi Dios.

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