¿Por qué estás abatida, oh alma mía, y por qué estás inquieta, agitada y agitada como un mar embravecido, dentro de mí? Espera en Dios; porque todavía lo alabaré, que es la salud de mi rostro, su ayuda y liberación, que lo alegra y aleja de su rostro las nubes de dolor, y a mi Dios, a quien se aferra a pesar de las burlas de los enemigos, negándose a la duda ocupa el lugar de la fe. Las tentaciones causadas por tiempos de angustia sólo pueden superarse si el creyente se aferra a la gracia de Dios como su única esperanza de salvación.

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