¡Qué dulce pensamiento se sugiere aquí del recuerdo de Dios de la aflicción de su pueblo! Es una forma de hablar interesante, de reprimirse las lágrimas: pero el sentido es que se recuerdan. Y ¡ay del hombre que ofenda a uno de los pequeños de Dios por causa suya! Lo que ahora son botellas de lágrimas, al final se derramarán como tantas copas de ira. Pero, lector, piensa en cómo se han atesorado las lágrimas de Jesús, que derramó por los pecados de su pueblo.

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