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“Pero mi pueblo no escuchó mi voz; Israel no me quiso a mí.
             
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Por eso los entregué a la dureza de su corazón, y caminaron según sus propios consejos.
             
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¡Oh, si mi pueblo me hubiera escuchado; si Israel hubiera andado en mis caminos…!
             
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En un instante habría yo sometido a sus enemigos y habría vuelto mi mano contra sus adversarios.
             
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Los que aborrecen al SEÑOR se le habrían sometido, y su castigo habría sido eterno.
             
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Los habría sustentado con la suculencia del trigo; con miel de la roca te habría saciado”. 
             
            
    
    
    
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