Y vino Elías a todo el pueblo, y dijo: ¿Hasta cuándo vaciláis entre dos opiniones? si Jehová es Dios, seguidle; mas si es Baal, seguidle. Y la gente no le respondió ni una palabra.

Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: ¿Hasta cuándo os detenéis? Hacía tiempo que intentaban unir el servicio de Dios con el de Baal. Era una unión impracticable; y el pueblo estaba tan impresionado por la sensación de su propia locura, o por el temor al disgusto del rey, que "no respondió ni una palabra". Elías propuso decidir por ellos la controversia entre Dios y Baal mediante una apelación, no a la autoridad de la ley, pues ésta no tendría peso, sino mediante una señal visible del cielo.

Puesto que el fuego era el elemento que se suponía que presidía Baal, propuso que se sacrificaran dos novillos y se colocaran en altares de madera separados -uno para Baal y otro para Dios- y sobre el que descendiera el fuego para consumirlo, el acontecimiento determinaría el verdadero Dios, al que era su deber servir. De este lenguaje se desprende que la masa del pueblo, ignorante y fuertemente adicta a la idolatría, consideraba a Baal como idéntico a Yahvé; mientras que los adoradores de Yahvé, por el contrario, mantenían su título exclusivo a los honores divinos.

La controversia, por lo tanto, no consistía en una oposición directa entre el culto de Yahvé y el de Baal; pues este último partido, como el pagano en general, toleraba el culto de otras deidades junto con sus propios ídolos favoritos; pero, como afirma Hengstenberg ("Pentateuco", 1:, pp. 170, 171), "la persecución se dirigió contra aquellos que, como Elías, daban un poderoso testimonio contra la unión de lo irreconciliable, que sostenían en voz alta que Yahvé identificado con Baal ya no era Yahvé.

La propuesta que Elías hizo desde este punto de vista, de que vieran si Yahvé era Dios, o Baal, los sacerdotes de Baal, desde su punto de vista, entendían que era, si Yahvé-Baal era Dios, o Yahvé en perfecta exclusividad. La pregunta que formuló antes de hacer su propuesta implica claramente que, en la opinión popular, estos elementos religiosos heterogéneos se mezclaban en uno solo" (cf. Oseas 2:11 ).

El pueblo no le respondió ni una palabra. Fue precisamente la misma controversia que hubo en el pasado entre Moisés y Faraón (ver Macdonald, 'Introduction to the Pentateuch', 1:, 177).

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