Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor.

El principio de que el que bendice es superior a aquel a quien bendice, se sostiene sólo en una bendición dada con autoridad divina; no meramente un deseo piadoso, sino uno divinamente eficiente, como el de los patriarcas sobre sus hijos. Así que la bendición de Cristo. 

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