He aquí, despreciadores, y maravillaos, y perecéis; porque yo hago una obra en vuestros días, una obra que no creeréis, aunque un hombre os la declare.

He aquí, despreciadores, y maravillaos, y pereceréis: porque yo hago una obra en vuestros días, una obra que de ninguna manera creeréis, aunque alguien os la declare, es decir, 'aunque sea anunciada con un testimonio irreprochable.' Las palabras, tal como fueron pronunciadas originalmente, fueron una advertencia misericordiosa pero infructuosa contra la inminente destrucción de Jerusalén por parte de los caldeos y el cautiverio babilónico.

Como tal, nada podría describir mejor la calamidad más terrible que se avecinaba sobre la generación a la que se dirigió el apóstol. Solicite la Congregación otra Audiencia de tales Verdades; y muchos de ellos, siguiendo a Pablo y Bernabé, siendo ya ganados a la verdad, ahora son aconsejados a perseverar (13:42-43)

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