Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; no podéis más vosotros, a menos que permanecáis en mí.

Permaneced en mí, y yo en vosotros. La última cláusula puede tomarse como una promesa: 'Permaneced en Mí, y Yo permaneceré en vosotros.' (Así que Calvin, Beza, Meyer, Lucke, Luthardt lo entienden.) Pero más bien lo tomamos como parte de un mandato: 'Procuren permanecer en Mí, y que Yo permanezca en ustedes;' la doble condición de fecundidad espiritual (así lo ven Grotius, Bengel, Tholuck, Alford, Webster y Wilkinson). Lo que sigue parece confirmar esto.

Como el pámpano no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; no podéis más vosotros, a menos que permanecáis en mí. Si algo interrumpiera la libre comunicación de una rama con el árbol del que forma parte, de manera que la savia no le llegara, no podría dar fruto. Para ello es absolutamente necesario que el uno permanezca en el otro, en este sentido vital de recepción por un lado y comunicación por otro. Así con Cristo y Su pueblo.

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